Expedicionarios públicos y privados sembraron 400 árboles en la ronda hídrica de la quebrada Las Batatas
La Personería Municipal, Batallón Caldas y la empresa Freskaleche, unidos por el ambiente de los florideños
“Cuando se siembra un árbol, uno siente que le está dando vida a muchas personas, que está ayudando a la humanidad. Antes de sembrar cada uno de ellos, pensaba en mis papás, en mi familia, en mis compañeros de trabajo y le ofrecía cada acción a Dios, para que haga de cada hombre un defensor y amigo de la naturaleza”.
Las palabras son de Bibiana, profesional al servicio de la empresa Freskaleche, que a su vez integra el grupo de voluntariado ambiental y que junto a 29 compañeros más, apoyaron este fin de semana a la Personería Municipal y al Batallón Caldas en la jornada ambiental sobre la ronda hídrica de la quebrada Las Batatas, que permitió la siembra de 400 plántulas de Nauco, guayacanes amarillo y rosado, y otras nativas. Ella sembró 25 plántulas, que equivalen a 25 intenciones que ofreció al Todopoderoso por el bien del ambiente y la vida.
El grupo la integraban, además: 20 militares (un sargento, dos cabos y 17 soldados) y cinco funcionarios expertos ambientales de la Personería.
Realmente fue una jornada exhausta, de siete horas entre la maleza y la quebrada. No cualquiera llega a ese sitio. Primero, se debe ubicar un callejón estrecho de humildes casas, localizado en el lugar de convergencia entre la iglesia de Altos de Villabel y el final del barrio Prados del Sur. De ahí, al superar el trayecto de estrechos, se baja por unas 200 gradas, por tramos casi perpendiculares, hasta llegar a la semi-finca de don Justo, un viejo bonachón que acogió con mucha generosidad al grupo.
Esa fue la primera estación y hasta ahí, en canastillas, bolsas y canecas, llegaron los expedicionarios con las plántulas. Luego de tomar agua y presentarse los participantes, el grupo se dividió en dos, tomando como referente un puente rudimentario, el que deberíamos encontrar luego de bajar un kilómetro por entre un camino, asediado por perros bravos. Como en la canción del grupo Niche: Del puente para allá cogió un grupo y del puente para acá, el otro.
“Cada uno de los grupos va hasta la punta donde los soldados abrieron los ahoyamientos y nos venimos de para acá sembrando árboles, hasta encontrarnos. Gabriel lidera el grupo que coge a mano derecha y Hernando, el de la izquierda”, sugirió Sergio Gamboa, profesional de la Personería, experto en estas lides.
Tal cual se hizo. Tanto la comitiva que se adentró al margen derecho como al izquierdo del puente, debería recorrer no menos de dos kilómetros por la ronda hídrica de Las Batatas, hasta encontrar al soldado que estaba en el sitio exacto en donde deberíamos empezar el camino de regreso, sembrando las plántulas. Vale decir, que los militares tardaron dos días abriendo los 400 ahoyamientos, para facilitar la siembra. De no ser así, el resultado hubiese sido mucho menor.
No sobra advertir que las lluvias de los últimos días convirtieron el trayecto en un completo barrial, causante de no menos 50 costaladas de los civiles; pues, la verdad sea dicha, por su experiencia y las botas adecuadas para esa actividad, ningún militar tocó tierra. Y eso era fácil de comprobar, sólo bastaba con mirar la ropa de los expedicionarios para comprobar quiénes habían resbalado y caído. Algunos funcionarios de la Personería y del voluntariado cayeron hasta cinco veces. Por fortuna, las caídas no lesionaron de gravedad a ninguno de los participantes, sólo magulladuras, moratones y dolores.
Una vez los grupos hallaron al soldado que marcaba el regreso, los participantes empezaron la siembra. Lo primero era ubicar cada ahoyamiento para sacar la plántula de la bolsita negra, introducirla, llenarla de tierra y sostenerla con un palo para que no se cayera y crezca recta. Esa tarea demoró casi cuatro horas. Finalmente, hacia la 1:10 de la tarde, los participantes se reencontraron y emprendieron su regreso hasta la semi-finca de don Justo. No, sin antes referir el encuentro con dos serpientes, al parecer cazadoras, que afortunadamente al sentir la presencia de las personas salieron despavoridas por entre la maleza (una de ellas medía aproximadamente 70 centímetros y la otra, con toda certeza, más de un metro).
Allí, en casa de don Justo, luego de sonreír, tomarse fotografías y videos y contar experiencias (para la mayoría de los voluntarios era la primera), la empresa Fraskaleche sorprendió gratamente a los participantes, ofreciéndoles una deliciosa hamburguesa con papa de bolsita y un jugo, o agua en botella.
Antes de disgregarse el grupo, el sargento Gustavo Villada agradeció a los voluntarios por su compromiso con la vida y, de manera especial, resaltó el liderazgo de la Personería Municipal en las jornadas ambientales. “Sigan contando con nosotros, los soldados de Colombia, que seguiremos prestos a trabajar por la naturaleza y el bienestar de la ciudadanía, a la que nos debemos”, dijo.
Don Justo, el humilde campesino, atinó a decir que “por aquí los vuelvo a esperar, regresen, sigamos sembrando árboles porque son los mejores aliados del hombre”.
Por su parte la dra. Pamela, como la llamaban sus compañeros de voluntarios, además de felicitar a los participantes por tan encomiable misión, aseguró que la empresa sigue empeñada en aportar al bienestar del medio ambiente y, que pueden seguir contando con ellos para futuras jornadas ambientales.
“Es nuestra jornada ambiental No. 14, pero ésta tiene ingredientes para resaltar: primero, que fue en un sector alejado, entre la cañada y eso tiene sus complicaciones de movilización y el riesgo de encontrar animales. Pero, lo más importante es la vinculación de la empresa privada a estas actividades de protección ambiental y de respeto a la vida. Veníamos realizando estas jornadas de la mano con las empresas estatales, Batallón Caldas y la cooperación de las comunidades, pero la vinculación de la empresa privada es fundamental para seguir avanzando en estos propósitos. Continuaremos en esta silenciosa tarea del cuidado del ambiente, que se enmarca perfectamente en nuestra misión de salvaguardar los derechos constitucionales de las comunidades”, manifestó la personera municipal María Margarita Serrano Arenas.