El consumo de estupefacientes en niños y jóvenes: una tragedia que requiere estrategias que superen la represión
Leyendo, releyendo y analizando el Editorial de hoy en el periódico Vanguardia, el más influyente del oriente colombiano y, en especial de Santander y el área metropolitana, podemos concluir que hemos fracasado como sociedad y, lo peor, que no somos conscientes del oscuro panorama que les estamos dejando a nuestros niños y jóvenes.
“El último informe que presentaron nuestros periodistas, nos muestra cifras contundentes, como que el 77% de los jóvenes en Bucaramanga reconocen que en algún momento han consumido estupefacientes; pero, a esta cifra, que derrumba cualquier programa oficial, si existe, de prevención o combate al consumo de drogas, deberíamos agregar el dato, sencillamente escalofriante, de que en el área metropolitana los niños desde los siete años, están entrando en el mundo de los estupefacientes. El exhaustivo y profesional trabajo de reportería, investigación y seguimiento del crítico problema del microtráfico en Bucaramanga y el área metropolitana, que han hecho nuestros periodistas, nos ha demostrado que la situación no es simplemente una sucesión de noticias judiciales, sino que somos espectadores pasivos y víctimas potenciales de una guerra del hampa y un comercio creciente de drogas, que está ocurriendo en nuestras calles sin que ni la autoridad policial, ni los gobiernos hayan sido capaces de desarticular la sangrienta dinámica, ni, mucho menos, de anticiparla”, anota el Editorial.
Como Personería Municipal, a través de boletines de prensa y exposiciones en instituciones educativas, en barrios y en asentamientos humanos, hemos sido reiterativos en que el microtráfico es la llama que enciende ese monstruo de cien cabezas que se llama inseguridad y, que para atacar sus causas, no nos podemos conformar con realizar consejos de seguridad que, muchas veces, antes de iniciar, ya conocemos sus resultados. Siempre planteamos soluciones represivas a problemas que involucran a la familia, las juntas comunales, la educación, la iglesia, las administraciones municipales; y a las entidades: oficiales o no, cuya misión es la protección integral de la niñez y la adolescencia y, para eso manejan millonarias sumas de dinero; además de la Policía Nacional, Ejército y Fiscalía.
Precisamente, en nuestro boletín 272 del pasado 18 de julio, aseguramos que: “Floridablanca requiere más que Consejos de Seguridad para detener la ola de homicidios y sicariatos que vienen afectando el buen vivir de las comunidades. Es urgente involucrar en estas problemáticas, además de la Policía, Fiscalía y Ejército, a las instituciones educativas, al ICBF, a la red de cooperantes, a los frentes de seguridad, a las juntas comunales, a los padres de familia, a las iglesias, a los clubes deportivos, a la administración municipal y demás entes oficiales, con el fin de crear un verdadero bloque anticriminalidad que, no solo enfrente las consecuencias de estas acciones, sino que, además, ataque las causas que las generan, que es lo más importante para conseguir una verdadera convivencia”.
Hoy, mes y medio después, el Editorial nos da la razón: “Desde su trabajo periodístico, Vanguardia ha podido mostrar a la opinión, algunas de las muchas aristas del problema, pues no solo se trata del desborde de grupos antisociales fuertemente armados y sorprendentemente operativos que cobran cuentas con muertos en las bandas rivales, sino que todo esto está significando también un problema de consecuencias sociales mucho más devastadoras, en el mediano y largo plazo, como lo es el incremento del consumo de drogas entre los jóvenes, lo que multiplica por varias veces los factores desestabilizadores porque dirige la violencia hacia ellos mismos, hacia su grupo de amigos, compañeros de colegios y, lo que es aún más grave, hacia su núcleo familiar. Luego de los primeros seis extensos y detallados informes periodísticos sobre estos temas, publicados por Vanguardia, podemos ver que afrontamos una situación que en realidad va a tener que tratarse no solo con evidente urgencia y seriedad, sino desde todos las áreas que ya ha tocado, puesto que, además del siniestro espectáculo que está ofreciendo el hampa en la ciudad, es tanto o más importante que se den por aludidos los sectores oficiales que atienden la educación, los programas de infancia y adolescencia, el empleo, la familia, incluso el deporte y la recreación, entre tantos otros, porque tenemos que evitar que sigamos el camino que en décadas pasadas recorrieron otras capitales colombianas que aún hoy no terminan de recuperarse del hecho de permitir que de las ciudades se apodere la delincuencia resultante del comercio de las drogas”.
No es hora de echarnos culpas ni de lanzarnos la bola para seguir esquivando responsabilidades. Llegó el momento de reconocer que hemos fracasado como sociedad y, que por encima de cualquier interés personal, político y económico, está el futuro de nuestros niños y jóvenes, que no es otra cosa que el futuro del área metropolitana de Bucaramanga.
Desde esta tribuna, llamamos al gobernador Mauricio Aguilar Hurtado, a los alcaldes y concejales del área metropolitana, al ICBF y demás entidades (públicas o no) que velan por el bienestar de niños y jóvenes, a las organizaciones encargadas de la recreación, deporte y cultura (oficiales o no), a las iglesias, a las instituciones educativas, a las universidades, a la Policía Nacional, Ejército Nacional y Fiscalía, para que estructuremos un plan marco que nos permita atacar, desde todos los frentes, el problema del consumo de estupefacientes en el área metropolitana de Bucaramanga, especialmente en los niños y jóvenes.
“Muy desafortunada la información que nos suministra Vanguardia, pero es una realidad y así la palpamos en nuestros permanentes desplazamientos a barrios, asentamientos humanos, colegios, salones comunales y, hasta en el sector rural. Fracasamos como padres de familia, como vecinos y como gobierno, pero llegó el momento de mirarnos a los ojos, aceptar responsabilidades y empezar un nuevo camino, con nuevas y articuladas estrategias que, a cinco o diez años, nos permitan construir una nueva sociedad, la sociedad del conocimiento y la convivencia. Esa debe ser la herencia para nuestros hijos y nietos”, manifestó la personera municipal María Margarita Serrano Arenas.