Los habitantes de la vereda Guayanas reclaman soluciones a sus problemáticas
“Hace 35 años, la vida era distinta y más hermosa. Hasta hace unos 10 años, aún se podía vivir tranquilo en este sector. Hoy, la falta de planeación de las ciudades y el desgobierno nos tienen a punto de enloquecer”.
Con esas frases, el arquitecto Carlos Marín describe su periplo de 35 años de residencia en Floridablanca, concretamente entre las veredas Altos de Mantilla y Guayanas. Él es bumangués pero se profesionalizó y especializó en una prestigiosa universidad de Bogotá, en donde además ejerció durante 12 años. También ha vivido en Estados Unidos.
Por principios, es defensor de la naturaleza y el respeto a los demás. Por eso escogió a la vereda Altos de Mantilla como su residencia durante los primeros 25 años, en una finca apacible en donde los únicos ruidos los producían las aves y la cristalina quebrada Guayana, en su descenso hacia el casco urbano.
Pero… todo empezó a cambiar cuando a las fincas vecinas llegaron jornaleros desconocidos, quienes directa e indirectamente empezaron a crear zozobra. “A mí me dijeron que, si no empleaba a ciertas personas, tendría problemas. Por evitarlos vendí la finca y me vine para más abajo, para Guayanas. Allí compré un pedazo de tierra y construí una casa campestre, rodeada de naturaleza, con la quebrada al lado, con aire puro y vecinos como los Mora, Caballero y Gómez”, recuerda.
Pero fueron precisamente los Mora, los mayores terratenientes de la zona, quienes iniciaron el despelote en la vereda, pues vendieron buena parte de sus terrenos a constructoras regionales y nacionales, que en su afán de lucrarse han venido construyendo a su manera.
“Empezó un desarrollo urbanístico desordenado en la vereda, las vías empezaron a deteriorarse, aumentó la deforestación, aparecieron el bullicio y las peleas, empezó la disputa por el agua… es decir, empezó a disminuir la calidad de vida de un puñado de soñadores. Y todo esto ante las miradas cómplices de los gobernantes, cuya única propuesta fue aumentarnos los impuestos año tras año”, asegura Marín.
Precisamente, en estos momentos el principal problema del sector lo constituye el incumplimiento de una constructora de un bloque de apartamentos, ubicados en la entrada a la vereda Guayanas, contiguo a la Universidad Pontificia Bolivariana, que no ha arreglado la vía con las especificaciones exigidas por las autoridades competentes, lo que desfavorece la movilidad y mantiene en alerta un posible accidente de tránsito.
“La vía no la han ampliado, no han hecho la doble calzada como era el compromiso de la constructora. Hemos dirigido cantidad de oficios a la constructora, a Tránsito, Invías y al Municipio para que hagan cumplir la Ley y nos arreglen ese ingreso, pero no hemos sido escuchados. Ojalá no esperen para actuar cuando suceda alguna tragedia”, agregó.
Precisamente un sector aledaño a la curva más amplia de esa entrada, desde hace unos dos años se volvió guarida de drogadictos y maleantes, que a plena luz del día atracan a visitantes y residentes.
El agua
Doña Betty Caballero y su familia, quienes durante más de 40 años han residido en ese sector, sostiene que otro problema que ha ido creciendo allí es el de la contaminación del agua, especialmente los fines de semana cuando aumentan los paseos de olla a la quebrada y la gente la ensucia.
“Sólo un gobierno se preocupó por construirnos una planta de tratamiento del agua que beneficiara a la gente del sector, pero desafortunadamente arrancaron las obras y se perdió la plata. Algunos residentes se han unido y de sus propios bolsillos han costeado pequeñas plantas de tratamiento para el agua que consumen, pero no todos pueden hacerlo. Por iniciativa propia, desde hace unos diez años la comunidad construyó aguas arriba una planta de captación de agua, que, mediante tubería, es distribuida a las fincas, conjuntos y viviendas. Pero es agua cruda, tal y como viene de la quebrada Guayana”, indicó la señora Betty.
Soluciones
Tanto Carlos Marín como Betty Caballero aseguran que el problema más urgente de solucionar es el de la vía de entrada, para que les facilite el acceso a sus tierras y para evitar una tragedia. La solución es que las autoridades hagan cumplir el compromiso adquirido por la constructora bogotana.
Para la inseguridad, le proponen a la Policía patrullajes más frecuentes y la ubicación de un CAI Móvil, además de la creación de un frente de seguridad para Guayanas y Altos de Mantilla, con la instalación de cornetas y cámaras de vigilancia en sitios estratégicos.
“Nosotros pagamos uno de los impuestos más altos de Floridablanca, pero no recibimos nada del gobierno. Es hora de que piensen en nosotros y de verdad inviertan en una planta de tratamiento para toda la vereda, para que podamos garantizar el consumo de agua sana, como lo merecemos todos los habitantes de la ciudad. Todavía somos una comunidad afortunada que aún puede escuchar cantar los pájaros y oír el ruido de la quebrada, que puede respirar un aire menos contaminado que la gran mayoría de habitantes en barrios y veredas, pero también tenemos problemas que requieren soluciones”, señalaron Marín y Caballero.
Por eso, ellos siguen pensando que hace 35 años la vida en la región era distinta y más hermosa.
No tenemos lugares vedados
Al respecto de esta visita, la personera municipal María Margarita Serrano Arenas explicó que “no tenemos lugares vedados en la ciudad, de la mano con la comunidad, la Personería seguirá recorriendo asentamientos humanos, barrios y veredas, identificando necesidades y concertando soluciones. Somos garantes de los derechos fundamentales de las gentes y por eso nuestra actividad es dinámica y por fuera de las oficinas”.
Por iniciativa propia, o por solicitudes de las comunidades florideñas, la Personería Municipal continúa llegando hasta los lugares más apartados de la ciudad para interactuar con los niños, jóvenes y adultos.